https://doi.org/10.58265/pulso.7316
Antonio Urbano Contreras*
Cristina González Fidalgo**
Recibido: 29-09-2024
Aceptado: 08-11-2024
Resumen
El divorcio ya no se considera un fracaso en las dinámicas familiares y, en cambio, se percibe como una opción legítima cuando la relación de pareja no es funcional. No obstante, este proceso puede conllevar diversas consecuencias en la infancia a corto, medio y largo plazo. Por ello, este trabajo busca profundizar en tales consecuencias a nivel socioeducativo y psicológico mediante una revisión teórica en la cual se analizan las investigaciones llevadas a cabo sobre este tema entre los años 2014 y 2024. Los resultados, tras consultar Web of Science, Scopus y Dialnet, presentan un total de 21 estudios que contribuyen a describir las principales temáticas relacionadas y las consecuencias ateniendo a factores asociados como las variables sociodemográficas (especialmente el sexo y la edad) y el ambiente familiar. Entre las principales conclusiones destaca que la mayoría de las consecuencias tienden a desaparecer en un periodo medio de tiempo. Además, este estudio permite orientar los recursos que serían necesarios para mejorar el bienestar de los hijos durante el postdivorcio.
Palabras clave
Divorcio, Conflicto parental, Desarrollo infantil, Con-secuencias académicas
Abstract
Divorce is no longer considered a failure in family dynamics; instead, it is seen as a legitimate option when the couple’s relationship is not functional. However, this process can have various short, medium, and long-term consequences for children. Therefore, this paper aims to delve into these consequences at socio-educational and psychological levels through a theoretical review that analyzes research conducted on this topic between 2014 and 2024. The results, after consulting Web of Science, Scopus, and Dialnet, present a total of 21 studies that contribute to describing the main related themes and consequences, taking into account associated factors such as sociodemographic variables (especially sex and age) and the family environment. Among the main conclusions, it stands out that most consequences tend to diminish over a medium period of time. Furthermore, this study makes it possible to channel the resources that would be necessary to improve the well-being of children during the post-divorce period.
Keywords
Divorce, Parental conflict, Child development, Academic consequences
La familia es la institución social donde se desarrollan los primeros vínculos afectivos y emocionales. Las transformaciones socioculturales, demográficas y económicas que tienen lugar en la sociedad han afectado a la estructura y organización familiar, dando lugar a nuevas dinámicas y modalidades familiares (Soto et al., 2013). Desde el punto de vista sociológico, el matrimonio es entendido como el vínculo que concreta la institución familiar, aunque, actualmente, las personas ya no consideran que para formar una familia sea necesario el matrimonio. Esta relación ha venido disminuyendo en los últimos tiempos con el surgimiento y desarrollo del fenómeno del divorcio (Soto et al., 2013), el cual ha dejado de verse como un fracaso y ha empezado a tener mayor aceptación social. Se entiende como una opción para no perjudicar a los hijos y como una alternativa para los progenitores cuando la relación de pareja no funciona.
Los cambios que lleva implícitos este proceso, concretamente para los niños, suponen una experiencia con un alto nivel de estrés, lo cual tiene consecuencias a corto, medio y largo plazo (Escapa, 2017). Concretamente, en el clima familiar se dan interacciones entre los miembros (generalmente de padres-hijos) que serán cruciales en las diferentes etapas de la vida, pues facilitarán o no, las relaciones entre las diferentes esferas (educativa, social y familiar) (Osoria y Cobián, 2016). Cuando estas interacciones son perjudiciales y los niños crecen en ambientes conflictivos es más probable que desarrollen problemas tanto internos como externos (Brummert y Bussey, 2017). Este contexto puede ser empeorado si los progenitores priorizan su bienestar a las necesidades de sus hijos, o bien, si expresan tener algún problema con el otro progenitor (Pendry et al., 2013). Esta última situación se da con frecuencia cuando existen familias que están o acaban de pasar por un proceso de divorcio (Amato et al., 2011).
Por otro lado, en los procesos de divorcio cuando hay hijos, otro elemento crucial es el entorno escolar, pues es el primer contexto donde, generalmente, los niños manifiestan las reacciones propias de la situación que están viviendo. En este sentido, pueden llegar a exteriorizar actuaciones y conflictos observados en sus progenitores, lo cual puede conducir a que sus compañeros los marginen por temor a este tipo de conductas (Robledo, 2010). Algunos comportamientos observables en estos niños son un menor interés en tareas escolares, pérdida de dinamismo, baja participación, problemas de atención y bajo rendimiento (Clerget, 2006, citado en Robledo, 2010).
Este tipo de conductas no son solo propias de la post-separación, sino también de la pre-separación. El docente debe tener capacidad de observación y análisis para anticipar la posible situación que el alumno estará a punto de vivir. Este paso resulta fundamental, pues de esta manera se podrá prevenir la inmediatez de los cambios como pueden ser la adaptación a una nueva rutina, cambio de amistades, descontrol del tiempo dedicado al estudio, frecuentes desplazamientos, etc. (Prados, 2010). El docente debe ser quien detecte los cambios o dificultades, pues esto facilitará la comunicación con la familia, siendo más sencilla y logrando el objetivo de llegar a una situación favorable para todo el núcleo familiar (Cabrera-García et al., 2015).
La edad en todo este proceso también es un factor influyente en estas actitudes, pues cuanto más pequeños son se vuelven más vulnerables a los cambios y a las adaptaciones (Prados, 2010). Igualmente, para los docentes no es una situación fácil por la intensidad emocional a la que están sometidos debiendo, además, conocer cuáles son sus funciones y no extralimitarse al aconsejar o asesorar a los progenitores sobre la manera de llevar el proceso con respecto a sus hijos (Robledo, 2010).
Al abordar de lleno el tema del divorcio es posible afirmar que implica un proceso de cambio para todos y en todos los niveles. En este sentido, se genera una nueva realidad a la cual los familiares deberán adaptarse al mismo tiempo que se modifican los roles de familia (Riquelme et al., 2020). Respecto a sus cifras, en España se dan alrededor de 100.000 procesos de divorcio cada año (Instituto Nacional de Estadística, 2019), pasando la tasa bruta de un 0,3 en 1981 al 1,9 en 2019 (Mejías-Leiva y Moreno, 2023). Otros datos reflejan que de 10 parejas que viven juntas, y tras convivir al menos 6 meses, 3 o 4 se terminan separando y, respecto a la edad, el 25% se separa antes de cumplir los 30 años (Cobas et al., 2015). Por último, los procesos de divorcio con hijos representan más de la mitad de las rupturas. A modo de ejemplo, en 2018 los divorcios con hijos si situaron en el 57,4% (desde 2007 este dato siempre se mantenía por encima del 50%) (Jiménez-Cabello et al., 2021)
Respecto a las causas de las rupturas matrimoniales, pueden asociarse a factores económicos, afectivos, sociales, culturales, religiosos, etc. (Castillo y Merino, 2018). Sin embargo, Roizblatt (2014) establece una diferenciación entre matrimonios jóvenes (la ruptura se atribuye a dificultades familiares o problemas sexuales) y matrimonios de mayor edad (la ruptura se relaciona con cambios en los intereses y valores de los cónyuges acerca de la vida o en la concepción de la familia). No obstante, la infidelidad es de los motivos más frecuentes, seguido de la irresponsabilidad, la incomunicación, el enfriamiento de la relación, los problemas económicos y la inmadurez (Lavner, 2012, citado en Roizblatt, 2014). No obstante, y especialmente cuando se cuenta con hijos, el motivo de la ruptura pierde relevancia en favor de mantener un clima tranquilo y sin conflictos entre los progenitores, pues en algunas ocasiones no es el divorcio lo que perjudica a los hijos, sino la manera en la que lo llevan a cabo sus progenitores (Riquelme et al., 2020).
En general, el conflicto entre los progenitores tiene mayor presencia en el periodo inminente al divorcio y disminuye con el tiempo, si bien es cierto que un 44% manifiesta encontrarse en conflicto periodos que llegan a superar la barrera de los 3 años (Roizblatt et al., 2018). Los niños pueden aprender a convivir en una familia de padres divorciados, pero deben observar que estos ejercen las funciones parentales de manera pacífica en un contexto apropiado, de lo contrario, las consecuencias serán negativas para su desarrollo (bajada en el rendimiento académico, autoconcepto negativo, dificultades emocionales y en las relaciones sociales, problemas de conducta) (García, 2018).
Para evitar estos efectos es importante cuándo y cómo dar la noticia. Los padres deben dejar claro al hijo que, aunque ellos no estén juntos como pareja, ambos seguirán en su vida, no siendo él responsable de la situación (Mabres-Boix, 2014). Otras medidas para mejorar la situación son hacerle participe de la situación, explicarle lo que ocurre para que pueda entenderlo, reconocer sus emociones y mantener una rutina para minimizar los cambios, incluyendo en el día a día actividades motivadoras y no hablar mal del otro progenitor (García, 2018). En todo caso, nunca hay que olvidar que la influencia de los padres sobre los hijos es de vital importancia para su desarrollo (Llamazares García y Urbano Contreras, 2020).
A pesar de las consecuencias del divorcio, la mayoría de dificultades para los hijos llegan a disminuir (incluso desaparecer) pasados los 2-3 primeros años. Sin embargo, en algunos casos, esto puede ocurrir de manera contraria: los problemas emocionales aumentan con la edad llegando a manifestarse en la adolescencia tardía/adultez (Roizblatt et al., 2018). En relación con esto, la ausencia de conflictos entre los excónyuges favorecerá que el niño pueda estar en contacto con ambos, reduciendo así el miedo a la ausencia de alguno, lo que fomentará su confianza y autonomía (Órgiles et al., 2008).
Ante la importancia de este fenómeno para las familias, y especialmente para los niños, el objetivo de este trabajo es llevar a cabo una revisión teórica con la que se consiga analizar el máximo número de investigaciones en las cuales se reflejen las consecuencias socioeducativas y psicológicas del divorcio en la infancia. El desarrollo de esta revisión se basa en las investigaciones publicadas en las bases de datos “Web Of Science” (WoS), “Scopus” y “Dialnet” entre los años 2014 y 2024. Se espera que esta revisión sirva como herramienta de actualización teórica sobre como los progenitores han ido gestionando la situación de ruptura a lo largo de este tiempo y como ello ha podido impactar, en mayor o menor medida, en los niños.
Las bases de datos utilizadas para la búsqueda fueron “Dialnet”, “Scopus” y “WoS”. El objetivo de utilizar distintas bases de datos es tener una mayor accesibilidad a diferentes artículos y comprobar su veracidad mediante el contraste de información. Respecto a la búsqueda, los términos empleados se indican en la primera columna (Palabras clave) de las tablas diseñadas para cada base de datos.
Además, se aplicaron como limitadores a la búsqueda el rango de años (2014-2024), disponibilidad del texto completo e idioma (español) con el fin de que el número de resultados fuese óptimo de cara a manejar un volumen de información abordable. Además de los limitadores, como criterios de elegibilidad se establecieron que los documentos fuesen artículos de revista y que abordasen las consecuencias socioeducativas y psicológicas en los niños de progenitores separados. Concretamente, al centrar el análisis en el efecto y consecuencias del divorcio en la infancia, solo se tuvieron en cuenta a familias con hijos sin importar la edad de estos, su etapa educativa o el tiempo transcurrido desde la separación.
Proceso de búsqueda y selección de artículos
En la Tabla 1 se muestran las palabras claves empleadas en “Dialnet” y el total de documentos encontrados según el criterio de búsqueda aplicado.
Tabla 1
Búsqueda en Dialnet
Palabras clave |
Sin filtros |
Con limitadores |
Con criterios de elegibilidad |
“Profesorado” y “Divorcio” |
129 |
18 |
1 |
“Rendimiento educativo” y “Divorcio” |
11 |
4 |
1 |
“Estrés” y “Divorcio” |
85 |
34 |
2 |
“Ruptura” y “Progenitores” |
215 |
73 |
1 |
“Comunicación” y “Divorcio” |
177 |
49 |
1 |
“Consecuencias negativas” y “Divorcio” |
62 |
20 |
1 |
“Menores” y “Divorcio” |
551 |
180 |
2 |
“Daño” “Hijos” “Divorcio” |
63 |
29 |
1 |
“Divorcio” “Destructivo” |
10 |
3 |
1 |
“Divorcio” y “Logro educativo” |
37 |
21 |
1 |
En la Tabla 2 se muestran las palabras claves empleadas en “Scopus” y el total de documentos encontrados según el criterio de búsqueda aplicado.
Tabla 2
Búsqueda en Scopus
Palabras clave |
Sin filtros |
Con limitadores |
Con criterios de elegibilidad |
“Consecuencias” AND “Divorcio” |
4 |
1 |
1 |
“Hijos” AND “Divorcio” |
9 |
2 |
1 |
“Niños” AND “Divorcio” |
9 |
4 |
2 |
“Conflicto” “Interparental” |
11 |
5 |
2 |
En la Tabla 3 se muestran las palabras claves empleadas en “WoS” y el total de documentos encontrados según el criterio de búsqueda aplicado.
Tabla 3
Búsqueda en WoS
Palabras clave |
Sin filtros |
Con limitadores |
Con criterios de elegibilidad |
“Divorcio” y “Padres” |
62 |
12 |
2 |
“Conflicto interparental” “Hijos” |
9 |
1 |
1 |
“Padres” “Divorciados” |
32 |
2 |
1 |
“Efectos” y “Divorcio” |
31 |
8 |
1 |
“Funcionalidad” “Familiar” |
245 |
57 |
1 |
“Relación” “Padres” “Pareja” |
121 |
20 |
1 |
La muestra final es de 21 documentos. En la Tabla 4 se indica el número total de documentos en las tres bases de datos, utilizando las palabras claves ya citadas (primera fila) y aplicando los limitadores de búsqueda (segunda fila). En la tercera fila se indican los artículos seleccionados de cada base tras aplicar los criterios de elegibilidad. Por último, se muestran el total de documentos tras eliminar los que coinciden en las bases de datos.
Tabla 4
Categorización de las publicaciones
Bases de Datos |
DIALNET |
SCOPUS |
WOS |
N.º Documentos encontrados (sin filtros) |
1340 |
33 |
500 |
N.º Documentos encontrados (con filtros) |
431 |
12 |
100 |
N.º Documentos seleccionados |
12 |
6 |
7 |
N.º total de documentos (eliminando duplicados) |
21 |
Por último, en el Anexo I se ofrece una tabla con todos los artículos empleados en esta revisión teórica. En ella se incluyen los autores, el año de publicación, el país en el que se realizó el estudio, el objetivo principal, la muestra y los principales resultados de las investigaciones seleccionadas.
El divorcio es un fenómeno social y demográfico caracterizado por un aumento de las rupturas conyugales (Támez-Valdez y Ribeiro-Ferreira, 2016). Por otro lado, la OCDE refleja que más de la mitad de los divorcios se producen en familias con hijos dependientes (Escapa, 2017). El proceso de separación se entiende como un hecho desafortunado, sin embargo, en ocasiones debe ser interpretado como una alternativa de bienestar, crecimiento personal y desarrollo de autonomía (Hernández-Hernández y Trujano-Ruiz, 2021). Se trata de un evento familiar estresante (Támez-Valdez y Ribeiro-Ferreira, 2016), pero necesario a la vez, ya que la forma en la que convivan los progenitores determinará el desarrollo de los hijos e incluso la manera en la que concebirán las relaciones de pareja y familiares en un futuro (Ortega et al., 2018).
En esta línea, los estudios muestran que las familias en las que tiene lugar un divorcio tienen un peor funcionamiento, mayor estrés familiar y una mayor utilización de estilos parentales no democráticos con tendencia a la permisividad (Gómez-Ortiz et al., 2017). A partir de este momento la relación paternofilial debe caracterizarse por el afecto a la vez que por una supervisión firme y constante (Hernández-Hernández y Trujano-Ruiz, 2021), lo cual implica poseer las habilidades parentales necesarias para ejercer un estilo de crianza efectivo (Pinzón y Vanegas, 2018). De la misma manera, es importante evitar la “dinámica de crianza autoritaria” en la que el niño afrontará el divorcio desde la subordinación, inseguridad y desobediencia, lo cual hará minimizar su autonomía (Hernández-Hernández y Trujano-Ruiz, 2021).
Más allá de la propia pareja, los principales afectados del proceso de separación suelen ser los hijos, pues ya no serán espectadores pasivos de la situación, sino que intervendrán (Ortega et al., 2018). La separación es una decisión de los adultos, pero la separación parental es un asunto en el que están implicados los niños (Hernández-Hernández y Trujano-Ruiz, 2021). Es importante que los cónyuges entiendan que el fracaso de su relación no supone el fracaso en su rol como padres, por lo que deben seguir teniendo presente el futuro de sus hijos (Loredo-Abdalá y Zúñiga-Morales, 2022). Generalmente la intención de los progenitores no es hacer daño a sus hijos, sin embargo, y debido a que se encuentran inmersos en el conflicto post-conyugal, pueden llegar a ser capaces de no atender a sus necesidades, llegando a invisibilizarlas (Cáceres, 2023).
El divorcio supone para los niños un doble duelo, por un lado, deben aceptar perder su unidad familiar y, por otro lado, enfrentarse a los cambios que esto supone (privación económica, erosión del capital social, posibles carencias a nivel emocional y estrés) (Flores y Herrera, 2022). Es necesario anticipar esta situación y dar importancia al tema, respondiendo las preguntas e inquietudes que tengan los hijos con el fin de evitar que vean la situación como una crisis de la cual no se puede hablar (Pinzón y Vanegas, 2018). Se suele evitar este tema porque los progenitores creen que los niños no comprenderán la situación y no podrán entender la importancia de tal fenómeno social (Hernández-Hernández y Trujano-Ruiz, 2021). Sin embargo, con esto los niños pueden no conseguir entender lo que significa que sus padres “se separen” hasta que no lo vivan en primera persona (Pinzón y Vanegas, 2018). En el momento de tomar la decisión deben tenerlos en cuenta y comunicarles la nueva situación (Cobas et al., 2015). La información al respecto debe ser clara y concisa, pero siempre adaptada a las posibilidades de comprensión. La clave no está tanto en contarles la situación, sino en saber qué información contarles y de qué manera hacerlo (Hernández-Hernández y Trujano-Ruiz, 2021).
A este respecto, hay estudios que señalan que solo un 17,2% de los adolescentes percibe el conflicto entre sus padres. No obstante, percibido o no, les genera culpa y tristeza, así como otros problemas internalizantes (Mayorga et al., 2016). Por el sentimiento de culpa suelen buscar soluciones rápidas (mayoritariamente chantajes emocionales), al mismo tiempo que ineficaces, pudiendo llegar a empeorar la situación para los progenitores y ellos mismos (Cobas et al., 2015).
La separación se entiende como un factor de riesgo de problemas cuyas consecuencias pueden llegar a repercutir en la adultez de los hijos (Viqueira-Gutiérrez y Larrosa-López, 2017), pues si aprecian una adecuada relación de pareja entre sus progenitores reflejarán en mayor medida la misma conducta en la formación de su familia. Si bien, el hecho de haber vivido esta situación, con todas las consecuencias que conlleva, les ayuda a tomar conciencia de los posibles inconvenientes con los que se pueden encontrar en un futuro en sus relaciones de pareja y, por ello, tienen la convicción de que tendrán más cuidado de no repetir el modelo de relación de sus padres (Ortega et al., 2018).
Por otro lado, los efectos observados en los niños tras el divorcio desaparecen aproximadamente en los dos siguientes años, aunque depende del nivel de conflictividad entre los progenitores durante la separación (Núñez y Vallejo, 2019). Las consecuencias en los hijos dependerán de factores como: variables sociodemográficas (sexo y edad), ambiente familiar existente en el predivorcio, configuración de factores de estrés (existencia de conflicto) y recursos postdivorcio (apoyo económico y parental) (Escapa, 2017). De forma específica, esta situación genera en los niños sentimientos y pensamientos de abandono, tristeza, ansiedad por separación, miedos escolares, problemas académicos, peor autoestima, problemas de conducta, aislamiento de sus pares, rechazo al progenitor, etc. (Pinzón y Vanegas, 2018). Además, el divorcio puede incrementar el riesgo de desarrollar trastornos de conducta, comportamientos antisociales, dificultades con compañeros y figuras de autoridad, etc. (Sánchez y Bolaños, 2018).
Otro de los principales efectos es el trastorno de ansiedad por separación. Este está caracterizado por altos niveles de ansiedad tras ser consciente de que sus principales figuras de apego se han separado. Las manifestaciones de este trastorno son: alto malestar, negativa a estar o dormir solo, preocupación constante, etc. La relación con los hermanos también se ve afectada por el conflicto, pudiendo aumentar las interacciones negativas. El alto nivel de hostilidad puede causar una pérdida de afecto y apoyo entre ellos (Flores y Herrera, 2022).
Estas consecuencias no deben ser agravadas, por lo que es importante la manera en la que se haga frente a la situación, no solo para la niñez, sino también para la vida adulta (trastornos de personalidad, problemas laborales, relaciones interpersonales negativas, etc.) (Cobas et al., 2015). La gestión del proceso influirá en la dinámica familiar y, más concretamente, en la gestión de la situación por parte de los niños (Támez-Valdez y Ribeiro-Ferreira, 2016). Los progenitores deben fomentar la comunicación entre ellos y ser capaces de llegar a acuerdos que ayuden a generar una unidad parental afectiva (Pinzón y Vanegas, 2018). La solidez del vínculo y la interacción entre los progenitores, así como con los niños, es fundamental en el proceso de adaptación a la nueva realidad familiar (Hernández-Hernández y Trujano-Ruiz, 2021).
Por otro lado, el tipo de divorcio también determinará los efectos del proceso. En primer lugar, el divorcio “voluntario” suele tener una duración media de 3,2 meses y en él los progenitores toman la decisión conjunta de separarse y velan por los intereses del niño (Sánchez y Bolaños, 2018; Támez-Valdez y Ribeiro-Ferreira, 2016). Cuando los cónyuges entienden el divorcio como la mejor solución a sus problemas familiares, consiguen que los niños se adapten mejor a la situación (Gómez-Ortiz et al., 2017). No obstante, aunque exista una relación positiva entre los progenitores, los niños suelen mostrar sentimientos de dolor y preocupación por la situación (Ortega et al., 2018). En este sentido, es importante ofrecer información sobre los beneficios de llevar la separación de una manera comunicativa en la que se fomenten los aspectos emocionales de ambas partes (Sánchez y Bolaños, 2018). En segundo lugar, se encuentra el divorcio “necesario o contencioso”, con una duración media de 9,8 meses, el cual es solicitado por una única parte y se produce cuando existe falta de acuerdo, lo cual puede llegar a causar alteraciones en el bienestar del niño (Roizblatt et al., 2018; Sánchez y Bolaños, 2018). Este desacuerdo tampoco debe impedir que el niño conviva con ambos progenitores, pues los que viven con un solo progenitor tienen más probabilidad de experimentar problemas cognitivos, sociales y emocionales que, incluso, pueden trasladarse hasta la etapa adulta. Además, tienen más riesgo de tener problemas de conducta, estados de ánimo negativos y fracaso escolar (Escapa, 2017).
En ambos tipos de divorcio, el modo en que los adultos y niños afronten esta situación será más importante que el propio hecho de separarse o divorciarse (Fariña et al., 2014). La manera en la que los progenitores traten los conflictos, previos y posteriores de la ruptura, determinará la manera de relacionarse de los hijos entre ellos mismos y con el entorno (Ortega et al., 2018). La separación en sí misma no perjudica al desarrollo del niño, sino que son los elementos contextuales negativos, así como la alta conflictividad parental, los que dañan el proceso de adaptación (Gómez-Ortiz et al., 2017). Cuando existe un alto nivel de conflicto, el nivel de bienestar de los niños es mayor cuando los padres deciden separarse, pues a mayor conflictividad, mayor probabilidad de depresión, ansiedad y problemas de comportamiento en los hijos (Escapa, 2017).
El conflicto interparental se vincula con relaciones paternofiliales de menor calidad (Smith-Etxeberría y Eceiza, 2021) y su intensidad es mayor en el periodo inmediato al divorcio. No obstante, hasta un 44% de las familias divorciadas permanecen en conflicto durante periodos de tiempo que pueden superar los 3 años (Roizblatt et al., 2018). Frente a este dato, destaca que solo el 4-5% de los progenitores permanecen en conflicto más de 5 años (Cáceres, 2023). Por otro lado, cuando el conflicto además es destructivo puede tener efectos en la reactividad emocional cognitiva y conductual de los niños, lo cual hace que se sientan más tristes, solitarios, enfadados y, en definitiva, que su autorrepresentación emocional y física sea más negativa (López-Larrosa y Periscal, 2022).
La exposición a este conflicto no es lineal (Sánchez y Bolaños, 2018). El comportamiento de los niños ante esta situación se puede caracterizar por una preocupación y una respuesta inmediata ante la situación de conflicto o, por el contrario, manifiestan indiferencia a través de la desvinculación. La muestra de una gran despreocupación hace que la relación con sus progenitores empeore, por el contrario, cuanto más seguros se sienten, mejor es la relación con estos. De la misma forma, cuando el conflicto es intenso, inestable y sin solución clara, se sienten más culpables y amenazados y, por ende, la relación con sus progenitores empeora (López-Larrosa y Periscal, 2022).
Además de lo descrito, el conflicto interparental puede llegar a afectar al estilo educativo de los progenitores (Mayorga et al., 2016). En este sentido, un inadecuado estilo de educación familiar generará inestabilidad emocional, ansiedad, exigencia constante, presión y baja valoración de sus opiniones (Chávez y Lima, 2023). Además, conlleva un clima de tensiones, discusiones y discordias constantes en el hogar que, junto con la actitud negativa de los progenitores, tiene peores repercusiones para los hijos que el trauma de la ruptura (Montes et al., 2015). Algunos estudios reflejan mayores niveles de ansiedad y un peor niel de funcionamiento psicosocial en los niños que percibían altos niveles de conflictividad parental (Gómez-Ortiz et al., 2017).
Por otro lado, la estructura familiar también puede condicionar la manifestación del conflicto. Esta estructura no determina la aparición de problemas internos, pero se asocia con la interacción entre los padres y la frecuencia de visitas que tendrá el progenitor no custodio (Mayorga et al., 2016). La reorganización de las funciones parentales y el mantenimiento de una adecuada relación cooparental desempeñan un papel fundamental. La complejidad de estos hechos puede verse incrementada aún más por otros factores como una mala relación parental post-divorcio, problemas psicológicos y afrontamiento negativo de los progenitores, merma de los recursos económicos, estilos parentales inconsistentes, desatención y falta de cuidado y un menor tiempo de estancia con el progenitor no custodio (Fariña et al., 2014).
Respecto a la exposición al conflicto, algunas investigaciones han concluido que, a nivel físico, los niños de padres separados presentan más problemas de obesidad, infecciones en la piel, hipertensión, enfermedades de tipo coronario y crónicas, dificultades alimentarias, cefaleas, alteraciones visuales o gastrointestinales, etc. (Loredo-Abdalá y Zúñiga-Morales, 2022; Martinón et al., 2017). Por su parte, a nivel emocional, el divorcio puede afectar al correcto desarrollo de capacidades y habilidades adaptativas, hábitos de vida no saludables, dificultades en las relaciones sociales, baja autoestima, ansiedad, depresión, miedo a la oscuridad, dependencia emocional de algún progenitor, sumisión a los adultos, manifestaciones de estrés post-traumático, etc. (Fariña et al., 2014; Loredo-Abdalá y Zúñiga-Morales, 2022). En relación con los problemas de adaptación, se suelen resolver en 2-3 años (cuando es el primer matrimonio) y 3-5 años (cuando es el segundo matrimonio), aunque el 25% de los niños continúa presentando vulnerabilidades después de 6 años (Cáceres, 2023; Roizblatt et al., 2018). Sin embargo, con los problemas emocionales no ocurre lo mismo, ya que estos pueden verse aumentados con la edad e incluso no llegar a expresarse hasta la adolescencia tardía o adultez (Roizblatt et al., 2018).
Como se ha comentado anteriormente, las variables sexo y edad también son factores que pueden influir en el proceso de divorcio. Las diferencias por sexo pueden deberse a las experiencias de socialización, las cuales hacen que ante un conflicto reaccionen de distinta manera, tanto a nivel emocional como conductual. Otra explicación hace referencia a las características culturales de socialización, las cuales definen la manera en la que los sentimientos son experimentados y las dificultades son afrontadas. En la cultura occidental los niños presentan conductas más asociadas a la fuerza y la expresión externa de sentimientos, por ello reaccionan más agresivamente. Los chicos tienen un mayor poder de mediación en los conflictos entre sus progenitores, aunque son más susceptibles en los conflictos. Por su parte, las niñas tienen mayor nivel de estrés y median menos entre las disputas interparentales al ser más propensas a evadir el conflicto (Mayorga et al., 2016). Otros efectos propios de los niños pueden ser la inestabilidad, miedo y bajo rendimiento escolar (Cobas et al., 2015). Ellos son los que presentan conductas más externalizantes, por lo que terminan afectando a otras personas (Gómez-Ortiz et al., 2017). En cambio, las niñas reflejan miedo, depresión, ansiedad, bajo rendimiento e inestabilidad escolar, y más problemas internalizantes, los cuales son menos visibles (Cobas et al., 2015; Gómez-Ortiz et al., 2017).
Por su parte, las diferencias respecto a la edad se pueden explicar por la etapa evolutiva en la que se encuentran. A mayor edad, mayor capacidad para darse cuenta de los niveles de alcance que está teniendo el conflicto entre sus progenitores. Por el contrario, con una menor edad, se presta más atención a la intensidad del conflicto (grado de hostilidad y expresión de este). Las investigaciones presentan discrepancias respecto a un mayor impacto el conflicto. Aunque mayoritariamente señalan que los efectos del divorcio sobre el rendimiento educativo son más negativos cuando el divorcio sucede en etapas más tempranas, otras consideran que es peor en la adolescencia por ser una etapa en la que el niño es más independiente al estudiar y las tareas son más complejas (Escapa, 2017; Mayorga et al., 2016).
En relación con las edades tempranas (etapa preescolar), los niños no son capaces de entender las circunstancias ambientales, aunque sí identifican cambios en su entorno, cuidadores y rutinas. Entre los 3 y 4 años se comienza a desarrollar el sentido de lo moral vinculado al concepto de culpa (Erikson, 2000). Esto, sumado al egocentrismo propio de dicha edad y la baja capacidad para entender el divorcio, hacen que se acusen a sí mismos de los problemas de sus padres y del divorcio (Roizblatt et al., 2018). En esta etapa se manifiestan conductas regresivas (insomnio, crisis de rabietas, mayor ansiedad por separación, pérdida del control de esfínteres, paralización en la adquisición de habilidades cognitivas, fobias y sentimientos de culpabilidad), enfado con uno o ambos progenitores y cuadros depresivos (lo que conlleva un peor rendimiento académico y deterioro de las relaciones con sus compañeros) (Montes et al., 2015).
En la etapa intermedia (6-12 años), comienzan a ser conocedores de la realidad, se cuestionan las reglas y los límites a la vez que diferencian la jerarquía establecida en la dinámica familiar e identifican la estructura de su familia, pudiendo comenzar a compararla (Pinzón y Vanegas, 2018). Cuando el divorcio se produce en estas edades se percibe en los chicos una afectación del desarrollo a nivel emocional que viene precedida de conductas externalizantes como la rebeldía, agresividad, bajo rendimiento, etc. En cambio, en las niñas es más común una conducta internalizante reflejada en ansiedad social, timidez y escasa comunicación (Flores y Herrera, 2022). Concretamente de los 6 a los 8 años, los hijos pueden asociar el motivo del divorcio con el colapso del entorno que les rodea. Es común que expresen sentimientos de culpa, sobre todo si están solo con un progenitor, pues sienten que están dejando de lado al otro. Presentan cambios en su estado de ánimo, pasando de la tristeza al enfado muy rápido. En este caso, los progenitores deben promover la confianza y estabilidad en esta nueva etapa de vida (Roizblatt et al., 2018). Asimismo, manifiestan un nivel moderado de depresión y una alta preocupación respecto a que uno de los progenitores abandone el hogar familiar (esperando su regreso), piensan que su figura se verá desplazada y lo conciben como un rechazo hacia ellos mismos (Núñez y Vallejo, 2019). La clave está en recordarles que la separación es definitiva y, por ello, deben respetar los límites que se establecen (Roizblatt et al., 2018).
De forma específica, durante la preadolescencia, se presenta una clara tendencia a culpar a uno de los progenitores, pudiendo desarrollar sintomatología de carácter somático (dolor de estómago, náuseas, etc.) (Núñez y Vallejo, 2019). Posteriormente, en la adolescencia, los niños llevan el divorcio con pena y un cierto nivel de ansiedad, pero afrontan la situación de una manera más sana (Núñez y Vallejo, 2019), aunque bien es cierto que es la etapa en la que más les influye la separación, ya que los efectos se ven reforzados por los cambios propios de la pubertad (Flores y Herrera, 2022). Cuando los niños son más mayores, presentan más nivel de autoestima tras la separación que aquellos con menor edad al comprender mejor las situaciones complejas, lo cual no quita que no les cueste aceptarlo (Connel et al., 2015, citado en Viqueira-Gutiérrez y Larrosa-López, 2017). Es importante prestar atención a los límites que se ponen a estas edades, pues cuando no están marcados los niños presentan inseguridades, así como conductas poco saludables. Los progenitores deben saber hasta dónde pueden compartir sus problemas de pareja y no mostrar aquellas situaciones para las que los hijos no están preparados para entender, como pueden ser problemas económicos o asuntos legales (Roizblatt et al., 2018).
Asimismo, en todo este proceso, la implicación de la escuela resulta fundamental por considerarse el segundo entorno donde más se ven reflejadas las consecuencias de un proceso de separación (Montes et al., 2015). Los docentes son un agente fundamental en el proceso que debe favorecer la prevención de situaciones perjudiciales para el niño en el entorno escolar. Esto implica una gran responsabilidad para los docentes, quienes consideran que están formados, pero no lo suficiente para enfrentarse a estas situaciones. Es relevante que el profesorado tenga experiencia a la hora de detectar algunos desajustes que se pueden producir en el ámbito escolar tras el proceso de separación (Montes et al., 2015). Los niños con progenitores separados que mantienen una relación conflictiva tienen mayor probabilidad de obtener peores resultados académicos y presentar comportamientos disruptivos y antisociales que aquellos con padres divorciados sin una relación conflictiva (Escapa, 2017). Por ello, el profesorado debe saber extrapolar los resultados académicos del alumnado a su situación personal, de esta manera conseguirá detectar las posibles situaciones que está viviendo y que le pueden repercutir a nivel académico (Montes et al., 2015). En esta línea, los efectos del divorcio sobre el rendimiento educativo son más negativos cuando el divorcio sucede en etapas más tempranas (Escapa, 2017).
En España la mayor brecha educativa tiene lugar en el tránsito de la educación primaria a la secundaria. En esta nueva etapa las exigencias aumentan, por lo que una situación de alto estrés, como es el divorcio de los progenitores, puede ser un factor relevante en su trayectoria académica. De la misma forma, en este intervalo de edad (12-16 años), así como entre los 0-5 años, el hecho de vivir un divorcio reduce la probabilidad de obtener un título universitario (Mejías-Leiva y Moreno, 2023). En este sentido, la comunicación entre familia y escuela es de gran relevancia para que el niño pueda gestionar mejor la situación. Esta idílica situación no siempre se puede conseguir de una manera eficaz, pues a veces existe un alto nivel de conflicto y baja colaboración entre los progenitores con respecto al centro, así como en otros la escuela debe mantenerse al margen y regirse por lo establecido en las leyes (Montes et al., 2015).
A modo de conclusión, el divorcio es un fenómeno social cuyas cifras se han visto incrementadas en los últimos años. El proceso de separación es característico en todos los niveles socioeconómicos y es entendido como un acontecimiento negativo para el núcleo familiar, ya que todos sus miembros deberán enfrentarse a un peor funcionamiento y un mayor estrés familiar (Gómez-Ortiz et al., 2017; Támez-Valdez y Ribeiro-Ferreira, 2016). De forma general, durante todo el proceso los niños son los más afectados, teniendo que aceptar que han perdido su unidad familiar (Flores y Herrera, 2022). Los efectos que se reflejarán en ellos tras la separación no serán iguales en todos, ya que dependerá de factores como las variables sociodemográficas, el ambiente familiar en el predivorcio, la configuración de factores de estrés y los recursos postdivorcio (Escapa, 2017). Algunas de las principales consecuencias pueden ser: pensamientos de abandono, miedos escolares, problemas académicos, peor autoestima, problemas de conducta e internalizantes visibles, así como trastorno de ansiedad por separación (Flores y Herrera, 2022; Mayorga et al., 2016; Pinzón y Vanegas, 2018). Todos estos efectos desaparecen, generalmente, en los dos siguientes años al proceso de divorcio (Núñez y Vallejo, 2019). El sexo y la edad son factores que influyen en la separación. Los niños son atribuidos a conductas externalizantes mientras que las niñas se relacionan con conductas internalizantes. De la misma forma, se refleja que cuanta más edad se tenga, mayor será la capacidad para ser consciente del conflicto; por el contrario, con una menor edad, se presta más atención a la intensidad del conflicto (Mayorga et al., 2016).
En todo el proceso los progenitores deben anteponer las necesidades de los niños y hacerles partícipes de la situación (Cobas et al., 2015). Para ello, es importante que conozcan la manera en la que transmitirles la información acerca de la nueva realidad que van a vivir (Hernández-Hernández y Trujano-Ruiz, 2021). Asimismo, es necesaria una buena gestión de la situación por parte de ambos progenitores, ya que será esta, y no el divorcio en sí, lo que determine las consecuencias en la niñez y en la vida adulta (Cobas et al., 2015). Una alta conflictividad se asociada a mayor probabilidad de depresión, ansiedad, problemas de comportamiento, menor seguridad emocional, etc. (Escapa, 2017). Además, en las primeras etapas de vida se pueden generar problemas en el desarrollo del cerebro a nivel físico y psicoemocional (Fariña et al., 2014). Independientemente de la etapa, la implicación de la escuela resulta fundamental y, concretamente, comunicación familia-escuela como factor preventivo de las dificultades académicas originadas a causa del divorcio que pueden presentar los niños (Montes et al., 2015).
Por otra parte, el divorcio entendido como fenómeno, tiene importantes repercusiones en la sociedad al suponer un cambio al cual las personas no saben cómo hacer frente debido a la ausencia de conocimiento. Esta situación suele ser evadida por el núcleo familiar, alargando así los momentos previos a la separación, lo cual genera que los desacuerdos entre los progenitores y el tenso ambiente en el entorno familiar lleguen a aumentar. Para evitar estas cuestiones sería de interés diseñar planes de formación destinados a los progenitores, aunque también a los hijos y a los docentes, ya que todas las partes implicadas en el proceso deben adquirir los conocimientos y las habilidades necesarias que les permitan hacer una mejor gestión de la situación desde los momentos previos hasta el fin del proceso.
En la formación parental se podrían incluir aspectos relacionados con: herramientas para la prevención y gestión de las situaciones de conflicto; adquisición y desarrollo de habilidades o técnicas comunicativas que fomenten una mejor relación entre los progenitores y les permita transmitir de manera adecuada la nueva realidad a sus hijos; desarrollo de la inteligencia emocional (comprender sus emociones y la de los demás, entendiendo que el divorcio es una alternativa de bienestar); estilos educativos que fomenten la cooperación entre ambas partes y eviten la permisividad. Con los niños es importante trabajar la gestión de situaciones que conlleven un alto nivel de estrés, disminuyendo así los efectos de la separación. En el caso de los docentes, sería bueno que adquieran conocimientos sobre la detección e intervención de las posibles dificultades de aprendizaje que pueden surgir a raíz del proceso de divorcio, el diseño de programas individualizados (adaptados a las necesidades del niño según las características sociodemográficas comentadas anteriormente), el acompañamiento en el proceso y técnicas para mantener una comunicación fluida y eficaz con las familias.
Por último, de cara a limitaciones y futuras líneas de investigación, se propone realizar un estudio comparativo de los efectos del divorcio según el estilo educativo parental, identificar y analizar otros patrones de influencia en el proceso de separación además del sexo y la edad (por ejemplo, el contexto cultural), analizar los efectos del divorcio según la tipología familiar e incluir otros idiomas (especialmente el inglés).
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Tabla 5
Autores, año de publicación, país, objetivo, muestra y principales resultados de las investigaciones seleccionadas
Autores |
País |
Objetivo |
Muestra |
Resultado |
España |
Evaluar problemas externalizantes en niños expuestos al divorcio |
136 padres (hijos entre 3 y 5 años) |
Más dificultades (conducta y comportamiento) en la primera infancia respecto a quienes no han vivido el divorcio |
|
Cuba |
Determinar las principales secuelas psicosociales del divorcio parental |
80 adolescentes con padres divorciados |
Secuelas más frecuentes: bajo nivel académico (sobre todo en niñas) y miedo en el plano psicoafectivo |
|
España |
Analizar la opinión del profesorado de Primaria sobre los efectos en el alumnado del divorcio |
146 maestros en activo |
La ruptura afecta a todos los ámbitos del niño. La formación universitaria es insuficiente para tratar esta problemática |
|
Colombia |
Analizar la influencia del conflicto interparental en los problemas de conducta en adolescentes |
466 adolescentes (12-16 años) |
Asociación entre conflicto interparental y problemas de conducta. Cuando hay conflicto en familias intactas se dan más conductas externalizantes que en monoparentales |
|
México |
Analizar el divorcio según los principales efectos e impacto diferencial en hombres y mujeres |
779 participantes divorciados |
La mujer se suele encargar de los hijos. Según enfrentan ellas los efectos del divorcio (sobre todo respecto a autonomía y bienestar) repercute en el bienestar sus hijos |
|
España |
Analizar el efecto del divorcio en el rendimiento educativo, incluyendo la conflictividad parental |
2.731 adolescentes (13-16 años) |
Los hijos de divorciados con relación conflictiva tienen peores resultados educativos que los de divorciados sin conflicto y hogares biparentales. Los de divorciados sin conflicto tienen menor probabilidad de suspender que los de un hogar biparental |
|
España |
Explorar si el divorcio se relaciona con estrés, satisfacción familiar, calidad y frecuencia de las relaciones padres-hijos |
147 alumnos universitarios |
Los universitarios de familias con padres divorciados tienen mayor estrés, satisfacción familiar menor y calidad y frecuencia de las relaciones familiares menor |
|
España |
Conocer el riesgo en hijos de problemas de salud física vinculados al divorcio |
467 niños (300 con padres divorciados) |
La ruptura es un factor de riesgo para la salud física de los hijos (problemas genitourinarios, gastrointestinales, dermatológicos y neurológicos) |
|
España |
Examinar la relación entre ansiedad infantil, conflictividad parental y el divorcio según el sexo y el ciclo educativo de los hijos |
94 escolares de educación primaria |
No se dan diferencias en el nivel de ansiedad de los niños según la situación de divorcio. La conflictividad parental sí determinó diferencias en el nivel de ansiedad infantil, siendo las niñas las que reflejaron mayor ansiedad |
|
Chile |
Proponer directrices para guiar a los padres |
No procede |
Las conductas manifestadas en los niños a consecuencia del divorcio y el conflicto parental van a depender de la edad y etapa de desarrollo del niño |
|
México |
Analizar la percepción de universitarios sobre la relación de sus padres como pareja |
566 alumnos universitarios |
Diferencias en la percepción respecto a sus padres cuando viven juntos o cuando viven separados |
|
Colombia |
Describir narrativas acerca de la comunicación, límites y jerarquías en niños con padres separados |
5 niños (8-12 años) |
Los padres hablan e interactúan poco y no llegan a acuerdos para la crianza. La madre se encarga de fijar los límites y encabeza la jerarquía, asumiendo la crianza |
|
España |
Defender una forma diferente de intervención en el divorcio, especialmente cuando hay niños |
66 profesionales abogacía |
Son necesarias nuevas formas de intervención en las que abogado y psicólogo trabajen juntos, además de dar a los hijos importancia durante el proceso de ruptura |
|
España |
Reflexionar sobre los derechos y responsabilidades en procesos de divorcio y dar pautas de adaptación para los niños |
No procede |
La cultura del divorcio en España tiene importantes limitaciones y carencias a la vista de los datos sobre menores expuestos a violencia intrafamiliar y la saturación de los juzgados |
|
México |
Analizar los efectos de la separación a través de la mirada y voz de una niña de nueve años |
1 niña (9 años) |
Los niños son participantes activos en la construcción de sus significados y la separación de los padres puede permitir la generación de experiencias de crecimiento |
|
España |
Realizar una aproximación desde la psicología y el derecho al daño en los hijos a causa del divorcio |
No procede |
No es posible negar que el divorcio impacta en los hijos menores, causando potencialmente un daño que podría catalogarse como injusto |
|
México |
Reflejar la prevalencia del divorcio, sus manifestaciones clínicas y la atención jurídica centrada en los niños |
No procede |
En el divorcio niños y familias necesitan hacer uso más que nunca de la comunicación. El fracaso como pareja no presupone un fracaso como padre |
|
España |
Relacionar conflicto interparental con la seguridad emocional y la autopercepción de los adolescentes |
196 adolescentes |
Los adolescentes más desvinculados de su familia tienen peor autoconcepto general y académico, autoestima y relaciones con los padres |
|
Ecuador |
Analizar la depresión, la ansiedad, el estrés y la funcionalidad familiar en adolescentes |
218 estudiantes (12-17 años) |
El 17,9% tenía estrés moderado, el 17,9% depresión moderada y el 30,3% ansiedad extremadamente severa. Se dio correlación (inversa y moderada) entre funcionalidad familiar y depresión, ansiedad y estrés |
|
Chile |
Abordar el divorcio destructivo y los malos tratos (sobre en hijos) resulantes del conflicto postconyugal |
No procede |
Se plantea la posibilidad del trauma relacional como consecuencia en algunos niños a la experiencia de la destructividad como pauta relacional permanente |
|
España |
Analizar la asociación entre el divorcio de los padres durante la infancia y el logro de estudios universitarios de los hijos |
6047 (25-52 años; 285 con padres separados) |
Asociación negativa entre divorcio y probabilidad de que los hijos obtengan un título universitario, sobre todo cuando el divorcio se da entre los 0-5 y 12-16 años |
_______________________________
* Universidad de Oviedo
https://orcid.org/0000-0001-6973-1125
urbanoantonio@uniovi.es
** Universidad de Oviedo
https://orcid.org/0009-0004-7475-3010
_______________________________
Como citar (APA):
Urbano Contreras, A. y González Fidalgo, C. (2024). Aproximación al estudio de las consecuencias socioeducativas y psicológicas del divorcio en la infancia (2014-2024). Pulso. Revista de Educación, 47, 155-176. https://doi.org/10.58265/pulso.7316